Alejandra Alayza Oxfam Perú

«Ahora es cuando tenemos que estar más cerca con la sociedad civil en Perú»

Alejandra Alayza es socióloga y actualmente jefa de la oficina de Oxfam en Perú, organización con gran experiencia en trabajar bajo contextos de crisis políticas. Zimbawe, Filipinas o Nicaragua son algunos ejemplos. En este último país, su compromiso en el apoyo a la sociedad civil más reprimida por el régimen de Ortega y Murillo le terminó llevando a su expulsión, algo para lo que llevaban más de un año preparándose, pues asumían ese riesgo como lo que supone la defensa de los DDHH en un país convertido en un régimen totalitario.

El trabajo de esta oficina de Oxfam está centrado como oficina de influencia, afirma Alejandra Alayza, jefa de la oficina de Oxfam en Perú. “Tenemos una apuesta fuerte del cambio junto a las socias y aliadas nacionales en la lucha contra las desigualdades”, menciona Alayza aclarando que el trabajo se divide en tres ejes.

El primero es la lucha por la justicia ambiental, un trabajo comprometido y de larga data de acción en el Perú. El segundo eje trata sobre la lucha contra las desigualdades económicas, “con una apuesta muy sólida en la lucha por la justicia fiscal”, comenta Alayza. El tercero de los ejes enfatiza la puesta de trabajo en la ciudadanía activa y el espacio cívico, por el cual fortalecen no sólo el activismo juvenil, sino también la discusión, la promoción y la acción concreta alrededor del cierre de espacio democrático en el Perú.

Pregunta (P.) Los ejes propuestos parecen adecuarse a objetivos de largo plazo ¿Cómo afecta la irrupción de un estallido social en vuestro trabajo?

Alejandra Alayza (A.A.) La crisis nacional es efectivamente un sacudón dramático para todos en todos los sentidos, desde lo más privado hasta, el trabajo programático que tenemos en Perú. La apuesta política que tiene Oxfam en Perú es trabajar de cerca con sus organizaciones socias y aliadas, en una lectura diaria en relación a los procesos de cambio. Esto no solamente implica una revisión de las metas programáticas regulares, sino que también una reflexión permanente sobre el poder y sobre los procesos de cambio en los que estamos involucrados.

En el inicio de la crisis, el acompañamiento que brindamos a nuestras socias ha implicado también levantar un proceso de escucha y atención de consultas sobre las necesidades, los posicionamientos, los intereses, las demandas de los distintas actorías sociales con las que trabajamos. Esto nos habilita y nos confronta a dos tipos de procesos, pero luego se ha habilitado un tercer tipo.

Por un lado, está la necesidad de revisar las metas programáticas regulares, porque es la parte formal, aunque no ha sido lo urgente. Nuestra primera reacción ha sido entender en dónde están las organizaciones y cuáles son sus demandas. Trabajamos con organizaciones sociales que se están movilizando –que tienen una demanda legítima de respeto a las reglas básicas de la democracia y de los derechos humanos–, algo que ha alterado la agenda social y política de todos. Entonces, hemos tenido una primera aproximación, preocupados y alertas por la situación de seguridad de nuestras socias. Hemos revisado y hemos redireccionado estrategias para acompañarlas como en el traslado de capacidades en seguridad con jóvenes, el diálogo con las organizaciones de derechos humanos para fortalecer su capacidad y su rol. Todo ello lo hemos conectando tanto con capacidades externas que podemos tener como organización internacional, por ejemplo, en el tema de seguridad; como con capacidades internas, en términos de reasignación y flexibilidad de fondos, que permita a estas organizaciones responder a los roles que están jugando en la crisis.

Por otro lado, está la atención a la emergencia que implica acompañar a los actores en este reajuste de sus estrategias y mayor demanda. Por ejemplo, el rol que tiene el periodismo de investigación, cuando tiene que ampliar cobertura en zonas del sur andino; o el rol que puede tener la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH), que de pronto recibe una avalancha de demandas de retención que requiere reforzar sus capacidades. Esa es una respuesta concreta: tienes el impacto humanitario, la demanda de solidaridad y apoyo que tienen distintas organizaciones en ese momento, ya sea por heridos o por fallecidos. Por ello, hemos tenido que ajustar algunas estrategias de acompañamiento a nuestras socias en esa dimensión.

«En el inicio de la crisis, el acompañamiento que brindamos a nuestras socias ha implicado también levantar un proceso de escucha y atención de consultas sobre las necesidades, los posicionamientos, los intereses, las demandas de los distintas actorías sociales con las que trabajamos.»

Alejandra Alayza, jefa de Oxfam en Perú

La tercera es una revisión de nuestras teorías de cambio en los resultados a mediano plazo, porque no podemos seguir leyendo el país de la misma manera. Esta no es una crisis que se prende y que se apaga. Acá hay un adelanto de elecciones en una crisis que no sólo es política, sino que además tiene una profundidad social que nos obliga a reestructurar una mirada sobre sobre lo que estamos haciendo.

P. En la crisis, se ha estado cuestionando más a las ONG internacionales respecto a su trabajo y poniendo en duda su transparencia ¿Dónde están los límites de lo que no podéis hacer o no hacer?

A.A. Esta es una reflexión importante y sobre todo es clave poder hacer la pública. Las que somos organizaciones internacionales –al margen de que podamos ser ciudadanos peruanos–, entendemos nuestro rol de apoyo y de acompañamiento a la iniciativa, liderazgo y decisión de los actores nacionales en la acción. Nosotros no ponemos la agenda, nosotros respondemos las necesidades de la sociedad civil nacional que vienen a nosotros y a la que acompañamos y buscamos para poder cuidar su proceso. También tenemos una elección clave de organizaciones con las cuales se ha construido y tenemos una relación de confianza más histórica, política y social, que nos permite que navegar en un contexto supersensible como este.

Sabemos que hay límites. Como organización internacional no nos compete opinar directamente sobre los niveles de demanda que tienen que ver con temas de carácter político que se tienen que resolver y debatir los actores nacionales. Sin embargo, alertar sobre el impacto que la crisis política tiene en todo el espectro de derechos humanos, que tiene que ver con estándares de institucionalidad democrática general, es competencia del marco internacional de derechos humanos. En ese sentido, nos sentimos habilitados para poder hablar de eso aquí y afuera y coincidir con las preocupaciones. No nos toca opinar sobre lo que el primer ministro hizo o debió hacer. En términos específicos, nuestra aproximación tiene que ver con los valores que habilita la cooperación internacional para nuestro rol y es en esa lógica que acompañamos a nuestras socias, en acciones que tienen que ver con estos elementos esenciales.

P. ¿No apoyan evidentemente acciones violentas por parte de las personas?

A.A. No se nos ocurre. De hecho, las organizaciones con las que trabajamos están en roles de vigilancia, como es el caso del periodismo de defensa de derechos humanos o la CNDDHH. También, trabajamos con aquellas que tienen un peso institucional, en donde la movilización social es pacífica justamente porque es parte de la responsabilidad institucional que tienen. Nosotros no estamos vinculados a los momentos de estas acciones (violentas). De hecho, las rechazamos directamente. Creemos que eso agudiza no solo el conflicto dificultando las salidas, sino que también constituyen una vulneración de derechos humanos que nosotros rechazamos.

P. ¿Cuánto de trabajo previo han realizado para que puedan dar las respuestas que están dando ustedes tanto un estallido social?

Es posible que al público le cueste entendernos como una oficina de influencia, que busca tener una capacidad de respuesta a los procesos políticos desde los principios de cambio en los que trabajamos. Esto nos ha llevado a construir una manera de trabajo que nos permite estar cerca las socias, navegando sobre la realidad del país, de las oportunidades y los retos para los cambios en luchas contra las desigualdades. Lo llevamos a cabo con una identificación más clara de las necesidades de los actores sociales nacionales y de la construcción de confianza. La construcción de confianza institucional, política y personal es esencial para navegar en un contexto en donde una de las principales cosas que se ha roto tiene que ver con los vínculos de confianza que te permiten agregación, diálogo, consensos mínimos para soluciones.

«Nosotros no ponemos la agenda, nosotros respondemos las necesidades de la sociedad civil nacional que vienen a nosotros y a la que acompañamos y buscamos para poder cuidar su proceso.»

Alejandra Alayza, jefa de Oxfam en Perú

Si bien esto tiene un componente humanitario, esta no es una intervención humanitaria regular. Oxfam Perú no tiene un programa humanitario como lo tuvo en el pasado. Para nosotros, la intervención tiene que ver con la capacidad de respuesta rápida. Hemos pensado nuestra acción en estos días en comunicación directa con nuestras socias: primero, preguntando cómo están; segundo, preguntando qué necesitan; y en esa lógica, identificando cómo podemos ajustar nuestro rol para ser buenos compañeros en su proceso de fortalecimiento de acción en relación a los retos que están enfrentando. Después de esta conversación, volvemos a nuestro rol y reflexionamos qué tenemos para ofrecer: un reajuste de proyectos, una postergación de cosas, la identificación de recursos técnicos que no necesariamente son financieros.

Esto ayuda a la conexión y a generar reuniones que permiten a los actores nacionales hablar con actores internacionales, a generar sinergia entre organizaciones nacionales que nos parecen natural que estén conectadas, pero que no lo están conectadas. Conectar al periodismo con el activismo, conectar a la plataforma de Derechos Humanos con las organizaciones indígenas… Estas conexiones están en potencia y parte de lo que hemos puesto en práctica en esta crisis es la posibilidad de canalizarlas para acelerar sinergias virtuosas, porque esa es la apuesta que tenemos en nuestra identidad oficina de influencia.

P. ¿Cómo se navega entre la necesidad de tener una respuesta contundente de condena ante las violaciones de derechos humanos y el constante “terruqueo” que existe en Perú?

A.A. Los primeros afectados por el “terruqueo” son los actores nacionales que están dando la cara, están poniendo el cuerpo, tanto las personas las comunidades movilizadas como las organizaciones nacionales. Navegan en un escenario tremendamente adverso con mucho coraje y aquí, quienes acompañamos en la retaguardia, tenemos la responsabilidad de ayudar a que se evite la estigmatización o a que no se generen problemas mayores a los actores. Hay que mirar la crisis no solamente en la inflamación de un día, sino en la tendencia del escenario. Si el escenario tiende a un endurecimiento, quemar las naves como primera acción puede traerte una limitación de tu capacidad de acción en el mediano plazo.

En muchas ocasiones, –y esa es una atención típica de las organizaciones de cooperación– resulta muy débil el posicionamiento, pero ahí hay dinámicas para medir las condiciones u su acumulación para dictaminar o denunciar con determinados términos. Hay niveles de denuncia como, por ejemplo, el caso de vulneración de derechos humanos expreso en el que hemos tenido que mirar los procesos para poder levantar ciertas alertas. Esta es la importancia de caminar con otros aliados que juegan roles esenciales como el sistema de Naciones Unidas, las IDH, etcétera.

Frente a la brutalidad del dolor, provoca individualmente subir el volumen, pero la responsabilidad institucional es poder mantener un espacio habilitador para otros y para nosotros, que permita seguir siendo efectivos en este camino. Creo que ahí hay una atención natural, se da en los movimientos sociales y en los movimientos políticos, pero a nosotros nos toca movernos con una lectura de mediano plazo y una mirada más estratégica.

Hemos sacado cuatro pronunciamientos en los términos que podemos sacar desde el país. Además, nos movemos en bloque con las otras organizaciones internacionales en Perú, en el marco de la COECI, y –aunque no firmemos– estamos cerca del posicionamiento y la acción que nuestras socias y nuestras alianzas tienen. Las organizaciones nacionales pueden decir cosas que nosotros no podemos decir, pero estamos alertas y escuchando lo que nuestras aliadas van haciendo y van diciendo. Ahí las ayudamos también, a que esta expresión tenga impacto, se exprese, tenga alcance internacional.

«La construcción de confianza institucional, política y personal es esencial para navegar en un contexto en donde una de las principales cosas que se ha roto tiene que ver con los vínculos de confianza que te permiten agregación, diálogo, consensos mínimos para soluciones.»

Alejandra Alayza, jefa de Oxfam en Perú

P. Hay cuatro dilemas que otras organizaciones nos han planteado: la falta de correspondencia entre las demandas de los contextos y las capacidades de las organizaciones; la no flexibilidad de los fondos por parte de los donantes; la división de opiniones en las propias oficinas sobre lo que se debe hacer en situaciones de conflicto social; y la inactividad frente a un estallido social debido a la aversión al riesgo ¿Cuáles todavía resuenan en Oxfam y cuáles han resuelto o cómo se puede afrontar?

A.A. Yo entiendo y puedo pensar en mis colegas navegando en esos dilemas porque no son fáciles. Todas han aparecido como una pregunta para nosotros, pero tengo que decir que hemos tenido la suerte de que no sean una limitación para nosotros. Empiezo por el último. Lo que tenemos es una previsión estratégica del riesgo, pero entendemos nuestro rol justamente como un socio que acompaña. También, tenemos que estar con ellos ahí y no solamente para terminar un contrato con un donante. Ahora es cuando tenemos que estar más con ellos.

La flexibilidad financiera es un dolor de cabeza porque es una realidad. Hay contratos muy rígidos, pero tenemos la suerte también de que somos miembros de una confederación que tiene mecanismos flexibles. Hemos recibido mucha solidaridad y comprensión en nuestra propia organización, que nos está permitiendo responder oportunamente con flexibilidad a este proceso de ayuda. Nuestra responsabilidad está en saber cómo asignamos esa flexibilidad que nos está permitiendo ser asertivos, sin ser imprudentes, porque esa combinación – que es una ruta larga – es esencial.

El otro tema sobre el marco temático y las competencias… nosotros desarrollamos este tercer eje programático de ciudadanía activa y espacio democrático muy alertas al escenario que venía teniendo el país. No podemos trabajar en los procesos de cambio social si es que no construimos condiciones habilitadoras para el cambio social y ese es el respeto de los derechos, de los derechos de participación y políticos y de la democracia. Por lo tanto, nos hemos adelantado sin darnos cuenta –pues nadie se imaginaba esta crisis– a ir preparándonos para poder acompañar mejor los procesos nacionales en la puesta por la garantía y el goce de derechos.

El último que quería mencionar –y que no es necesariamente natural– es las diferencias dentro del equipo. Hemos procurado tener espacios internos de reflexión que nos permitan mantener una mirada conjunta, un diagnóstico conjunto, para tener estrategias en donde el engagement del equipo y de la institución país esté alineada. Ha sido esencial. Hemos tenido experiencias navegado en otros países, crisis similares en donde ha habido tensiones de lectura del contexto nacional que hicieron muy difícil también el avance. En nuestro caso, hemos cuidado desde el momento cero porque hemos tenido momentos que ha habido lecturas que podían poner como facciones distintas, pero hemos abierto y tomado el espacio y cuidado al equipo, no solamente en términos de seguridad, también en términos de construir un racional colectivo que nos permita desde ese convencimiento poner la fuerza, la pasión y la solidaridad.

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