Antón Leis García, director AECID

«Somos una cooperación feminista y nadie nos moverá de nuestro objetivo»

Entrevista a Antón Leis, director de la Agencia Española de Cooperación Internacional, para hablar sobre la actual Ley de Cooperación Española.

Es la última ley de cooperación aprobada en Europa y se hace después de una pandemia. Ante el desafío crucial del cambio climático y de la guerra en Ucrania se abre una pregunta: ¿Será la nueva Ley de Cooperación Española capaz de responder a los desafíos globales?

Aprobada en pleno debate sobre la relevancia, impacto y legitimidad de la cooperación internacional, se espera que esta ley inspire más políticas que tomen en cuenta a los actores del Sur global, contribuya a una mayor distribución del poder y descolonización. Para explorar más sobre estos temas, conversamos con Antón Leis, director de la Agencia Española de Cooperación Internacional, quien pone en énfasis en la perspectiva feminista de la ley.

The Sherwood Way (TSW): La ley habla de solidaridad global y no de justicia global. Nos llamó la atención. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) hablan más de justicia (ODS 16) que de solidaridad…

Antón Leis (A.L.): La solidaridad engloba el concepto de justicia, no hay solidaridad sin justicia. La ley enfatiza la solidaridad porque pone el foco en lo que España y la sociedad española puede aportar al mundo. Queremos contribuir a un mundo más justo y más sostenible y lo hacemos precisamente canalizando la solidaridad de los españoles. Ese es uno de los grandes valores sobre los que se construye esta ley: un compromiso solidario de la sociedad española que se refleja cada año en el Eurobarómetro. Y es que somos una de las sociedades más solidarias y más comprometidas con la cooperación.

La ley menciona a la justicia como aspiración, por ejemplo, en el ámbito de la justicia social o en la justicia climática, como objetivos de nuestra política de cooperación. Pero ese mundo más justo tenemos que construirlo con otros. Es más, las protagonistas deben ser precisamente las sociedades de nuestros países socios. Nuestro papel es acompañarlas desde el compromiso solidario de España y de los españoles.

TSW: ¿Cuáles son las diferencias con respecto a la ley anterior?  La actual ley menciona ahora la palabra desigualdad, incluso más que la palabra pobreza. ¿Por qué?

A.L.: Lo que hacemos con esta Ley es dar un salto de 25 años, poniendo el reloj de nuestra cooperación en hora. Estoy seguro de que el legislador que redactó la ley de Cooperación Internacional en el 98 lo hizo con una ambición de futuro y es verdad que fue una ley que gozó en su día de un amplio consenso político y que nos ha permitido hacer muchas cosas y llegar a donde estamos hoy. Pero el escenario de la cooperación y la acción humanitaria internacional han cambiado mucho y la Ley del 98 es un traje que se nos iba quedando pequeño.

Pensemos que en 1998 la agenda de eficacia de la ayuda no había nacido y que estábamos muy lejos del Acuerdo de París sobre cambio climático o de la Agenda 2030 de desarrollo sostenible. El primer objetivo de la ley es pues modernizar su marco conceptual, adaptarnos a la realidad de hoy y proyectarnos hacia el futuro, dando respuesta a los grandes desafíos globales de hoy y de mañana. Y lo hacemos con nuevos compromisos, dando por ejemplo rango de ley al objetivo de alcanzar el 0,7% de la renta nacional bruta en ayuda al desarrollo, una vieja aspiración de la sociedad española. Ya hemos dado pasos concretos en esta dirección: en dos años hemos doblado el presupuesto de la AECID.

Pero no es solo una cuestión de recursos. Estamos reformando y mejorando todos nuestros instrumentos, de la cooperación técnica a la cooperación financiera, la acción humanitaria o la cultura y el desarrollo.

La Ley actual nace con una ambición transformadora. Queremos una política pública de cooperación eficaz y que construya alianzas con todo tipo de actores. Se trata de movilizar a todos los actores: nuestros países socios, sus gobiernos, sus sociedades civiles, las ONG españolas, el sector privado.

La pobreza sigue muy presente en la nueva ley. Sigue siendo quizás nuestro peor enemigo. Pero la cooperación debe ir más allá de la generación de desarrollo económico y del combate a la pobreza. Nos interesa también luchar contra las desigualdades de todo tipo, cerrar las brechas de género (fundamental para una cooperación feminista como la nuestra), preservar nuestro planeta y promover bienes públicos mundiales como la salud global. En suma: promover sociedades más justas e incluyentes. El desarrollo sostenible debe aunar las tres “P” de la Agenda 2030: personas, prosperidad y planeta. 

TSW: Una cooperación que trata de reducir desigualdades, como de género o económicos, puede ser a veces incómoda en países donde la discriminación es todavía muy grande y una de las causas de la pobreza ¿cómo piensa la Cooperación Española abordar esto?

A.L.: Se nos conoce y reconoce en el ámbito internacional y en los países con los que cooperamos como una cooperación horizontal, dialogante, que no trata de imponer, sino de escuchar y proponer. Por ejemplo, somos una cooperación feminista y nadie nos moverá de nuestro objetivo: que las mujeres tengan pleno acceso a sus derechos, que son irrenunciables. Apostamos también por la democracia y la cohesión social. No queremos para nadie nada que no queramos para nosotros mismos. Pero debemos hacerlo en diálogo con nuestros socios, entendiendo sus realidades y adaptando nuestras respuestas a ellas.

No podemos crear grietas en las sociedades en las que trabajamos, sobre todo porque perjudicarían más a las personas a las que queremos beneficiar. Por ejemplo, en Etiopía trabajamos para erradicar la mutilación genital femenina; una aberración contra los derechos de mujeres y niñas. La práctica es ilegal allí, pero en contextos rurales sigue siendo una práctica bastante extendida y se piensa que contribuye a la dignidad de las mujeres. Nuestro trabajo ayuda a demostrar que esa idea es errónea y a explicar que sería un beneficio que dicha práctica desaparezca, no solo para las mujeres, sino para toda la comunidad.

TSW: De las dos corrientes con respecto a la reducción de la pobreza: la que considera esta como una cuestión técnica (Bill Gates, por ejemplo) y la que considera que es una cuestión de distribución de poder (la cooperación nórdica o la irlandesa) ¿En dónde se va a situar España?

A.L.: No son posiciones irreconciliables. Los desafíos que afronta el mundo son en muchos casos de naturaleza política. Un ejemplo: el hambre. Hay suficientes alimentos en el mundo para que nadie se encuentre en una situación de inseguridad alimentaria. Otro: el cambio climático. La ciencia ha demostrado sobradamente que tenemos todos un incentivo para cooperar y preservar nuestro planeta. Por no hablar de la igualdad de género. Todos estos desafíos requieren tanto de voluntad política como de soluciones técnicas para resolverlas. Son dos caras de una misma moneda.

Nuestra cooperación trabaja en ambos niveles: participamos en foros internacionales para dar respuesta a todos estos desafíos, de las COP a las asambleas generales de Naciones Unidas. Pero también trabajamos desde el terreno en proyectos concretos para mejorar la vida de las personas y resolver problemas concretos, que tienen rostro humano.

TSW: En la época en la cual la Cooperación Española manejaba más recursos que en la actualidad, solía decirse en América Latina que contribuyó a convertir buenas organizaciones sociales en malas ONG nacionales. ¿Cómo podemos evitar este tipo de fenómenos?

A.L.: No tengo claro que esto haya sido así. De todos modos, la profesionalización de las organizaciones sociales es necesaria. No basta con defender una buena causa: hay que gestionar bien los recursos y ser eficaces en el trabajo diario. Pasa aquí en España. Las organizaciones sociales de la cooperación han hecho un gran esfuerzo para profesionalizarse, para mejorar su impacto y su eficacia. Son un instrumento poderosísimo para canalizar la solidaridad de la gente y cambiar vidas. Nuestro papel es apoyarlas y crear verdaderas alianzas con ellas. Pero es verdad que gestionamos recursos públicos y eso supone obligaciones de transparencia y de rendición de cuentas que entiendo que a veces puedan ser molestas pero que son necesarias.

TSW: ¿Cómo evitar también que las ONG españolas no corran el riesgo de convertirse en maquilas de proyectos?

A.L.: Como le decía, el tejido de ONG se ha fortalecido y profesionalizado mucho en nuestro país. Las ONG especializadas en desarrollo se nutren de subvenciones públicas, pero también de aportaciones de sus socias y tienen su propia línea de actuación y especialidades de intervención. También nosotros hemos avanzado en la planificación estratégica de nuestras actuaciones.

Por nuestra parte, en nuestras convocatorias destinadas a ONGD especificamos sectores y geografías priorizadas en la intervención, para contribuir de modo conjunto a los objetivos de desarrollo de la Agenda 2030 y con los acordados con cada país para cada periodo. Es decir, fomentamos iniciativas que contribuyen al esfuerzo de la Cooperación Española en su conjunto a alcanzar resultados de desarrollo en los países o áreas en las que cooperamos. Hay una perspectiva estratégica en todo el proceso. Pero creo que lo más importante para todos los actores de desarrollo, ONG y agencias de cooperación, es escuchar a nuestros socios locales. Los protagonistas son ellos. Los proyectos deben ser suyos y deben inscribirse en una lógica más amplia de cambio en sus sociedades, con visiones estratégicas. Los proyectos no deben ser silos, deben alimentar objetivos más amplios de cooperación.

TSW: La burocratización de la cooperación ha sido uno de los problemas permanentemente señalados por parte de las organizaciones sociales. La ley no hace mucha mención al respecto, salvo en el artículo 38.4. ¿Cómo se debería avanzar en este aspecto?

A.L.: Discrepo. La ley contiene varias referencias a la necesaria simplificación de procedimientos y a pasar de ver a las ONG como un instrumento a financiar a verdaderas socias en alianzas que deben ir más allá de la subvención. La ley refuerza por ejemplo la carrera profesional de las personas cooperantes y los aspectos relacionados con el voluntariado. Necesitamos normas eficaces y claras que aseguren la transparencia y rendición de cuentas, pero ello no tiene que ser sinónimo de trámites burocráticos largos y onerosos. Estos temas serán abordados en el desarrollo reglamentario de la ley.

TSW: La distribución del poder es uno de los grandes temas actuales en la cooperación. Una tensión entre cuanto deciden las organizaciones en el Sur global frente a cuanto deciden los donantes como la AECID. ¿Cómo podemos hacer para encontrar el mejor equilibrio?

A.L.: No comparto que exista esa tensión, al menos no con la AECID o la Cooperación Española. “Co-operar” es trabajar juntos. Nuestra ley apuesta por pasar de la lógica de la ayuda a la lógica de la alianza. Es dar nuevo ímpetu a una de las señas de identidad de la cooperación española. Nosotros tenemos nuestros principios y nuestros objetivos, definidos en nuestros Planes Directores y en nuestros instrumentos de planificación, que por cierto son elaborados con una amplia participación y, en lo que respecta a los instrumentos a nivel de país, un protagonismo central del país socio, de sus autoridades pero también de su sociedad civil. Nuestros programas de cooperación son, por tanto, fruto de un pacto, de un equilibrio entre nuestras prioridades estratégicas y las necesidades de nuestros socios.

TSW: ¿Qué es lo que debe tener cualquier proyecto apoyado por la cooperación española para asegurar que trata sobre las causas de los problemas y no solo las consecuencias?

A.L.: Ha de estar en línea con nuestras prioridades estratégicas de desarrollo en el país, tener un enfoque de género, derechos humanos y medioambiental muy claro; una clara identificación de los resultados a alcanzar, una apuesta decidida por la sostenibilidad en el tiempo, de complementariedad con otras iniciativas, etc. A veces es difícil distinguir entre causas y consecuencias. ¿Son los conflictos los que causan el hambre o el hambre el que causa los conflictos? Debemos de trabajar causas, pero también consecuencias.

TSW: ¿Cómo asegurará España que con esta Ley se evita la dispersión a la que suele ser propensa la cooperación? Entendemos que las apuestas a más largo plazo es una de ellas….

A.L.: Esta ley tiene un enfoque muy estratégico. Queremos afrontar los grandes desafíos globales, del hambre a la crisis climática o la pobreza, pero desarrollar una cooperación que sea reconocible en el mundo, centrada en aquellos sectores por los que España es reconocida en el mundo. Tenemos mucho de que sacar pecho: igualdad de género, diversidad, lucha contra el cambio climático, un sistema público de salud que es modelo para muchos países de renta media… Vamos a ser el primer donante del Comité de Desarrollo de la OCDE que abraza el concepto, nacido en América Latina, de “desarrollo en transición”.

Estamos rompiendo esquemas porque esencialmente estamos diciendo que la cooperación tiene que mirar más allá del nivel de renta o de riqueza de un país. Queremos trabajar con los países a largo plazo, incluso después de su “graduación” como países en desarrollo, porque hablamos de desafíos globales que ningún país puede resolver por sí solo.

TSW: De aquí a 10 años, ¿Cuál quisiera que sea la contribución de la Cooperación Española en las regiones en las que actúa prioritariamente?

A.L.: No habrá nunca desarrollo si no hay paz y equidad. Ese sería el deseo principal: contribuir a la construcción de la paz en los países que ahora sufren conflictos. El ejemplo más dramático y reciente es la injusta, ilegítima e ilegal agresión de Rusia a Ucrania. Pero hay en el mundo muchos conflictos y muchos contextos humanitarios olvidados a los que no dejamos de dar respuesta. De hecho, la Cooperación Española ha ayudado al pueblo de Ucrania con el mayor paquete de acción humanitaria de nuestra historia, pero hemos seguido incrementando nuestra aportación a otros contextos humanitarios, de Palestina a Afganistán y del Sahel a Haití.

¿Cómo hacemos eso? Apoyando políticas públicas que fomenten la equidad y la protección y promoción de los derechos humanos. Quizás el ejemplo más visible y querido para nosotros es el de la igualdad de género, el empoderamiento de las mujeres y las niñas en todo el mundo. En esta nueva etapa, nuestra cooperación también va a priorizar el enfoque verde, apoyando la transición ecológica justa allá donde actuamos y contribuyendo a un uso sostenible del agua y a la preservación de la biodiversidad.

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