Ben Phillips

"El antiguo modelo de las ONG internacionales ha terminado. Eso no significa que sea hora de su fin, sino que es hora de su renacimiento"

Ben Phillips es el autor de «Cómo luchar contra la desigualdad». Asesora a las Naciones Unidas, gobiernos y organizaciones de la sociedad civil. Fue cofundador de la Alianza para Combatir la Desigualdad, y Director de Campañas y Políticas de Oxfam y ActionAid International. Ha vivido y trabajado en cuatro continentes y una docena de ciudades. Ha liderado programas y equipos de campañas en Save the Children, la Children’s Society, la Global Call to Action Against Poverty y la Global Campaign for Education. Ha sido becario Hewlett de Políticas Públicas en el Kellogg Institute de Notre Dame, becario residente sobre desigualdad en el Bellagio Center de la Fundación Rockefeller, y es becario Richard von Weizsäcker de la Fundación Bosch. Comenzó su trabajo en desarrollo desde las bases, como maestro y activista del ANC viviendo en el municipio de Mamelodi, Sudáfrica, en 1994, justo después del fin del apartheid.


¿Cuáles crees que son los desafíos actuales en el sector de la cooperación?

El modelo de las ONG internacionales que prosperó durante medio siglo después de la Segunda Guerra Mundial ya ha llegado a su fin. Se puede celebrar o lamentar, pero el hecho es que no hay marcha atrás. Sin embargo, esto no significa que sea hora de poner fin a las ONG internacionales; significa que es hora de su renacimiento.

¿Cómo consideras que deben enfrentarse?

Por sí solas, las ONG internacionales no pueden superar las grandes injusticias, pero pueden ser un apoyo vital para los movimientos populares que lideran las luchas que sí pueden lograrlo. Como han señalado durante mucho tiempo los críticos de las ONG internacionales y como muchos dentro de estas organizaciones reconocen, el papel de las ONG internacionales no es ser el «protagonista» – el héroe. En cambio, deben ser el «deuteragonista» – el compañero, el apoyo o, en el lenguaje de los premios Óscar, el mejor actor de reparto. Esto implica que las ONG internacionales deben renunciar al poder restante y agotador que proviene del dinero, la burocracia y el estatus. Al hacerlo, ayudarán a habilitar la forma más importante de poder: el poder del pueblo.

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